Planta indispensable en los jardines románticos, especialmente en los victorianos, el heliotropo es un arbusto que pasaría un tanto desapercibido si no fuera por su agradable aroma. Sus flores pequeñas y blancas, azuladas o moradas desprenden un increíble olor parecido al de la vainilla o al de la cereza con una cualidad entre inocente y melancólica que fascinaba en la época victoriana.
Es precisamente su aroma lo que hace esta planta perfecta para cualquier jardín, pero también para terrazas, pues se cría muy bien en macetas. Aunque es un tipo de arbusto muy resistente que podemos adquirir a lo largo de todo el año, lo mejor es comprar la planta a finales de invierno o como muy tarde por estas fechas, así podremos disfrutar más del olor que sueltan sus flores al abrirse.
Su nombre, griego, hace referencia al movimiento que hace la planta para mirar al sol, como los girasoles.
Originaria de los bosques húmedos del Perú la planta del heliotropo llega a Europa gracias a las exploraciones científicas patrocinadas por las coronas francesa y española en el siglo XVIII. En realidad el objetivo de los botánicos exploradores era estudiar y recolectar la planta de la quina. La quina era un filón en la época pues era el remedio conocido contra el paludismo o la malaria. Buscando posibles alternativas, Jussieu encontró en el heliotropo un sustituto de la quinina en el tratamiento del paludismo, además de tener otras propiedades. Aunque el trabajo de Jussieu se perdió por completo, la planta del heliotropo consiguió cruzar el Atlántico y llegar a Europa.
Un siglo más tarde, la flor del heliotropo causaba furor entre las damas Su color azul violáceo se registró como el color de moda en 1888. Esta fascinación no solo reflejaba los últimos restos del gusto romántico, sino que anticipaba el tono intenso de la modernidad cargada ya de energía ultravioleta.